“OYENDO ES COMO SE APRENDE A HABLAR”

¿Cuántas veces podrías decir que has escuchado el silencio en un entorno con gente? O por plantearlo de otra forma, ¿en cuántas ocasiones, en una reunión de amigos, has sentido que hablaba una única persona y todos los presentes estaban escuchando y realmente oyendo lo que esa persona comunicaba? Los seres humanos, por naturaleza, tendemos a hablar más de lo que escuchamos, o incluso a escuchar de forma superficial, provocando que la comunicación no sea todo lo productiva que podría ser.
No es cuestión de percibir un pequeño susurro, sino de oír de forma eficiente y mantener una escucha activa; según expertos es la habilidad de escuchar no sólo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo. Hay que oír, dejando a un lado el resto de las cosas que nos puedan distraer, valorar lo que oímos e interpretarlo.
La naturaleza nos dio dos ojos, dos orejas y una boca para que pudiéramos observar y escuchar el doble de lo que hablamos. (Epícteto)
¿Y de qué forma podemos asegurar que nuestra escucha es activa y no pasiva? Existen algunas técnicas que he aprendido con el tiempo y que quiero compartir en este artículo. En ocasiones escuchamos una canción, por ejemplo, y nos encanta porque es agradable y tiene una forma y un ritmo encantador, pero ¿nos hemos parado a pensar en el mensaje que transmite la canción?
Debemos ser capaces de evaluar el contenido e ir más allá de la forma. En el caso de la canción, busquemos la letra en internet y estoy segura de que nos sorprenderá saber que hay detrás de ese ritmo que engancha; para mejor o para peor, siempre nos hace cambiar la percepción que tenemos de la misma. Lo mismo ocurre con las conversaciones; no solo nos fijemos en las formas de comunicar, sino en las ideas que se mencionan, porque, aunque no siempre sean las mejoras ideas o simplemente no compartamos las opiniones que sugieren, sí logramos conocer y comprender mejor al interlocutor.
Los buenos oyentes suelen ser algunos de los mejores ponentes por que se toman el tiempo de averiguar en qué está realmente interesada la gente. Si eres capaz de entender lo que es importante para la gente sabrás como llegar a ellos. (anónimo)
Otra técnica que podemos aplicar es acompañar a quien habla en su discurso y repetir alguno de los puntos de la conversación. Nos encontramos hablando con un amigo que nos pide consejo sobre su situación en el trabajo. “…podría seguir donde estoy cómodamente, lanzarme a la piscina, despedirme voluntariamente y buscar algo motivante, o esperar a que mi jefe acabe harto de mí y me despida…” y la respuesta puede variar mucho entre responder: “…pues no sé, depende de cómo te sientas y la fuerza que tengas…” (respuesta sin sentimiento, ni confianza, ni cercanía) o por el contrario: “….analizando tus 3 opciones, quedarte, largarte o esperar a que te despidan, yo, conociéndote, optaría por….” (muestra de interés, preocupación y comunicación positiva).
También existen pequeños gestos que muestran una escucha activa; No interrumpir cuando alguien está hablando es complicado, pero muy eficiente; podemos anotar cualquier comentario y participar luego en la conversación. Fijar la mirada en el interlocutor y asentir con la cabeza, muestra de que estamos siguiendo el mensaje que se comunica.

Resumiendo, debemos valorar el poder de una escucha activa, pues esta cualidad, entre muchos otros factores, aporta gran confianza y fluidez en la comunicación, genera mayor autoestima entre los interlocutores por el interés mostrado, fomenta un clima positivo y respeto entre las personas, que consigue reducir cualquier malentendido, y al final del día, has ganado en sabiduría si logras cuidar esta habilidad.
“El conocimiento habla, pero la sabiduría escucha”. (Jimi Hendrix)






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